Sábete Sancho que estoy triste ¿de que se acuesta el hombre para morir?
Y sin embargo
aún quedan las letras.
En cambio
para las muñecas
vestidas sobre la realidad
donde la porcelana
de niñas sin su té
les queda
aún para su gozo
jardines babilónicos
en árboles torcidos
y todas las mentiras
para creerlas suyas.
Para los desconsolados,
la mala poesía,
los ojos mal paridos
por una inclinación
al ritmo izquierdo.
El exilio de pie,
todos los muros y lo que no se nombra.
Para los lamentos
los míseros costados.
Y sin embargo...
Y sin embargo arriba.
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