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Todos opinaron: los más violentos, querían acabar copn los loros y terminar con esa plaga, otros más contemplativos, sugerían echarlos de la selva. Pero primó, por supuesto, la armonía y la razón. Se decidió hablar con ellos en forma pacífica y civilizada; fue entonces que el Búho propuso hacer un gran encuentro en un claro de la selva...invitar a los loros y exponerles las quejas y hablar sobre conductas, costumbres y urbanidad. En esa reunión se les haría conocer: normas de convivencia, tanto entre sí, como con los demás animales, y, aclararles que todos tenemos el derecho de la palabra, pero no así, en forma tan despreocupada e incoherente como ellos lo hacían. Los asistentes quedaron conformes y dispuestos a poner a los loros, en la buena senda de la palabra.
Animales de todos los rincones llegaron en aquel magnífico día. Los loros en grandes bandadas, habían poblado un gran sector de la arboleda. Presidida por el Señor Búho, dió comienzo a la sesión, alli se observó el comportamiento de la altanera mayoría, que con actitudes y miradas de suficiencia incitaban a los loros, que muy callados, esperaban lo que aconteciese. No hubo debate, la mayoría aprobo por unanimidad, la totalidad de las propuestas, a saber: se dijo que todos podían hablar, pero debía respetarse el orden de la palabra, considerar la palabra de los mayores, hablar con conocimiento de la causa, no interrumpir sin tener la palabra, no se debía levantar la voz. Así se fueron dando normas de cómo se debe escuchar y hablar en forma armoniosa y educada, para conformar un lugar ameno, tranquilo, donde el respeto por la palabra bien dicha y mejor escuchada, fuera el deber y el derecho de todos. Con aplausos y abrazos se dió por finalizado el acto.
Para celebrar tan magnífica jornada, se invitó a brindar con un Trufer amontillado, que muy oportunamente los loros habían aportado. Al comienzo se bebió muy parmoniosamente, pero como el Trufer estaba delicioso se libó en demasía, por lo tanto: -todos borrachos- . Así, comenzó una zarabanda que fue creciendo, hablaban, se abrazaban, reían, bailaban, saltaban alegres y despreocupados; pasaron horas y horas bebiendo, y alli quedaron desparramados, desde el Rey de la Selva, hasta el picaflor. Las luces de un nuevo día alumbró el lugar, al despertar el león intentó hablar...sólo gruñó, a la jirafa, no le salió ni un solo sonido,y, los hipopótamos, abrían y cerraban la bopcaza en forma ridícula, nada supieron decir; el desconcierto y la desazón fue total, nadie entendia nada...!Se le había acabado el don de la palabra..! Solo los loros, seguían hablando y chillando como siempre, pues como se sabe...el Trufer amontillado, no los afecta en nada.
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