Es otra de esas noches. Cierro los ojos y trato de dormir. Callarme porque nadie puede entender, cerrar los ojos, practicar el arte de cubrirme, ocultarme en sábanas mugrientas producto del descuido de la vida diaria. Los labios que susurran algunas palabras de auxilio, reclamos a quién sabe bien sobre quien sabe que cosas y solo soy yo misma; y otra de esas noches. Noches hechas para preceder días de ensueño constante, noches de insomnio que replican a la humana necesidad de descansar. Ignoro otra necesidad, y otra, y otra, todo sucumbe y se hace difícil respirar bajo las sábanas hediondas; y al otro día todo es igual. Ya no puede decepcionarme, todo está en mi mente, o por lo menos eso es lo que ellos me dicen.
Las drogas nunca podrán ayudarme, le temo al encierro, le temo al supuesto alivio de saber que estoy loca.
Mi fascinación va más allá de lo placentero al ver todos esos puntos, puntos es mi mente, antes de colores, ahora solo en blanco y negro; quizás estén muriendo; no lo sé, como saberlo, para que saberlo; no quiero saber; en su discontinuidad sobre el fondo gris son mi única compañía, la única compañía que jamás me hizo pagar, en un mundo donde mis pérdidas se contabilizan sin que yo pueda saber que tengo algo que perder. Prefiero el fracaso de esas líneas a la realidad que me merezco: cortinas manchadas, sudor en las paredes de alguna mano que rindió cuentas al supuesto de la inmovilidad del sueño sin terminar sus pesadillas; llenas de puntos blancos, sobre fondos grises difusos que no importan, porque solo fijo la atención en los puntos que se acercan, alejan, forman figuras, explotan, desaparecen y empiezan otra vez, no cambian su entorno, no tienen entorno, son un entorno, son el exterior que no logro entender, ni siquiera visualizar, y busco y busco acercarme a esa imagen, la que esperé toda mi vida, y no se desvanece, yo lo hago, porque el público a mi alrededor me ahoga, coloco celofán en sus bocas pero no se callan porque ignoran que yo existo mientras pasan por encima mío; no me dejan ver porque todos perseguimos lo mismo; y quiero huir de este sueño, pero sería peor, no hay salida.
A veces la pesadilla vence mi resistencia, despierto completamente pero no puedo abrir mis ojos abocada a la contemplación de espantosas imaginaciones; ¿y si los puntos de mis sueños se organizan a si mismos y escapan de mi imaginación? Fuera de mi control formarían la sombra que me acribilla en sueños, dotarían sus extremidades de armas ejecutoras, una más falta de piedad que la siguiente; y esta vez no podría sobrevivir porque ya estoy en la realidad, aunque la realidad te brinda el peligro de que escapes de ella.
Quizás despierte de un sueño, para vivir en otro, y de este vuelva a despertar, para existir en un sueño cada vez más amplio, correspondiéndose a mi vida en todos esos sueños que jamás cumplí porque desperté antes de tiempo. El gran sueño de mi vida, miles de pesadillas.
Hago juramentos, no voy a permitirlo, nunca abriré los ojos, aun despierta, mientras la claridad no ilumine mi celda, y desvanezca con ella la oscuridad, fuente de todas las imaginaciones. Hasta que la claridad del día me rebele todos los objetos ordinarios que ya conozco; mi celda oscura en esta prisión de lunáticos; y escuche la dulce voz de mi carcelero: “Despierten, sus medicamentos”.
- J.G (JESSICA)
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