Querido amor:
Sin saberlo, sin pensarlo, sin quererlo y sin buscarlo ocurrió, te encontré. Fue entre una ceremonia escolar y un ágape donde los egresados de una institución tradicional fueron agasajados en medio de una mezcla de alegría y nostalgia. Ahora, al escribirte, no puedo dejar de mirar, como quien no se cansa de rebobinar una cinta de video, el momento en el cual poco modestas sonrisas adornaron nuestro primer saludo. Fue un solo instante, recorrido por una charla breve y feliz. Parecía la simple cordialidad de unos amigos que no podían obviar aquella presentación, aunque nuestras miradas y las palabras allí intercambiadas encadenaron a la intrascendencia y a la anécdota.
Una página comenzaba a mancharse con tinta. El texto parecía quedar en suspenso un buen tiempo con la colocación de una coma o la ausencia de signos de puntuación. Si algún punto aparecía, estaba precedido por una frase lánguida y desnuda, que desesperadamente buscaba su necesidad de ser. El relato arrogante que se hace esperar estaba muy lejos de finalizar. Su producción se suspende, cuando resucita sorprende, ilusiona, impacta, alegra…
Me atrevo a decirte “Mi Amor”, sin que iniciásemos, aún, relación que refuerce lo que ya nos une; pensando en la ausencia de un beso que junte nuestros labios.
Quisiera llevarte, Mi Amor, de nuevo a los primeros momentos de nuestra amistad. Basto una semana y nos volvimos cruzar. Más producidos, más elegantes, vestidos de fiesta. La euforia de los egresados destrono a la música del DJ y el clásico baile en grupo parecía construir el puente que nos acerco. Modestamente afirmo que todo estaba dicho, de esta no vamos a volver.
No podemos negar que nos llevamos bien desde ese momento. En un impulso confianzudo intercambiamos los correos electrónicos, sin que la desconfianza intentara, en sus arranques de maldad, pelear una batalla que estaba destinada a perder, al menos esa noche.
El dialogo no ceso; la canción que esa noche se compuso no dejo de cantarse, solo hubo un cambio de tonalidad. Las nuevas tecnologías producían el milagro de unirnos en la distancia, podíamos oírnos sin hablar y podíamos mirarnos usando un poco de imaginación. Si tengo que relatar los temas tocados no terminaría estas líneas, mi carta se volvería extensa y pesada. Pero no se puede olvidar la libertad con la que pasábamos de un tema a otro. Comenzábamos con las leyendas de un baño público y terminábamos comentando la obra de un filósofo. Otro día seguíamos con las penas de amor y concluíamos la charla describiendo a nuestras familias. Podíamos llamarnos amigos.... si amigos…………..
Así estuvimos durante meses, entre conversaciones frecuentes y momentos de silencio. Cumplíamos el sueño de los gurúes que esperan vivir la Era de Acuario, esa etapa marcada por palabras deambulando en el espacio y de visiones arrebatadoras. Es increíble pensar en una práctica, sin que nada la convierta en mística o sagrada, realizando el sueño profético de Joel. Todo esto por mirar tu rostro sin tenerte en frente.
Te quiero mucho.
Pedro J.
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