viernes, 19 de agosto de 2011

Casualizando. Por: Squenun Biaf(Extraido de revista Voces)

Andrés es rubio y tiene 23 años. Vive con un compañero de estudios llamado Juan Manuel. Ambos se levantan todas las mañanas a las 7:30 AM para estudiar, y mientras Juan prepara su desayuno (así habían acordado para evitar reclamos), Andrés remolñonea un poco más en su cama. No tienen mayores compromisos que los exigidos por sus deseos de vivir comodamente al amparo de la protección económica que le brindan sus padres.
Andrés es rubio y tiene un lunar en el lóbulo derecho y una mancha d enacimiento en forma de corona en el lado izquierdo de su cintura. Es, como se dice comúnmente, de buen dormir y rara vez logra levantarse de la cama a tiempo para sus obligaciones. Más de una vez su madre lo había reprendido por ello, sin que esto causara mayor efecto sobre su conducta.
Esa noche, Andrés abríó súbitamente los ojos y salto de la cama (a pesar del frío y la lluvia que eran una invitación a la pereza) antes del amanecer. En la otra habitación, Juan Manuel, preocupado y entredormido, se fija en el radio reloj despertador: 5:34 AM. Decidido a recriminar a Andrés por los ruidos que causaba al dirigirse al comedor llevándose por delante sillas y la mesa y encendiendo el televisor a esas horas, Juan Manuel se levanta. Su compañero estaba descalzo y en pijama, mirando la TV. Sin decir nada, se acercó al aparato y bajó el volumen no sin antes dirigir una fugaz mirada llena de fuego a modo de silenciosa queja y volvió a su cama.
Ana estudia y trabaja para mantener sus estudios. Entra a laburar a las 7 AM, pero es lunes y el fin de semana ha regresado a su pueblo natal. Ese día llegará con bolsos y todo a su trabajo. Es morena y de almendrados ojos que tienen la profundidad del vértigo. Su cabello lacio le cubre los hombros y muchas veces también la cara. La ruta está humeda y el frío creó bancos de niebla. El conductor seguro de sí, guía el autobus. Ana está muy acostrumbrada a este viaje. En otras épocas, la hacía cada fin de semana, de ida y de vuelta y hasta se había arriesgado a recorrerla a dedo. Pero el pavimento puede ser traicionero. La policía y la ambulancia extrañamente llegaron rápido, aunque para algunos no lo suficiente. Un poco despues, los bomberos. Nadie podía comprender cómo Ana había llegado hasta donde estaba, a más de cinco metros del accidente sin un solo rsguño.
A las 7:30 AM Juan Manuel apagó el despertador dispuesto a no dejar pasar el incidente de esa noche, cuando sorprendido notó que su compañero dormía placidamente y reiteraba su rutina d eignorar el llamado electrónico a cumplir sus obligaciones. Juan Manuel, como cada mañana, tuvo que despertarlo.
Durante el desayuno comentaron lo sucedido y terminaron riendo. Habían llegado a la conclusión de que Andrés era sonámbulo. Sería una anécdota más de las tantas que acumulaban  el uno del otro en los casi tres años de convivencia.
Esa mañana, a pesar de la tardanza producto de las declaraciones y los trámites, a Ana le dieron el día libre y salió a caminar. Las 10:30 hs. era un buen momento para hacer un descanso, pensó el rubio estudiante y salió a caminar. Y así lo hizo hasta llegar a la vidriera de un negocio donde vendían artículos electrónicos, buscando precios de un equipo de música que no compraría. A su lado, una chica veía estupefacta las noticias por una TV que miraba a la calle. El informativo describia los detalles de un accidente ocurrido esa madrugada: "...tres muertos y más de diez heridos fue el saldo que dejó el vuelco de un autobús proveniente de...". Vestida con un pantalón de cintura baja y un abrigo que no cubría más alla del ombligo, Andrés no pudo evitar fijar su vista en una simpática corona que decoraba el lado derecho de su cintura y tampoco pudo dejar de comentárselo:
-Yo tengo una mancha igual, pero a mi izquierda...dijo sin prestar atención al resto del ella.
Ella sorprendida, enfrentó la mirada de aquel muchacho que tan raro ciomentario le ofrecía.
-Hola! Soy Andrés.
-Hola, yo soy Ana dijo tímida mientras se quitaba un mechón que le cubría su infinita mirada y lo dejaba detrás de su oreja izquierda, descubriendo el lunar que adornaba su lóbulo.
-Perdonáme, puede parecer un lugar común pero ¿no te conozco de alguna parte?
-Seguramente...respondió ella que aunque desconcertada mantenía su compostura, e hizo un silencio- ...Anoche soñé con vos confesó por fín a su desconocido más conocido.
Pasmado, el rubio estudiante, replicó en voz baja pero muy clara:
-Yo también soñé con vos anoche...
Y el noticiero seguía "...el informe policial indica que el accidente tuvo lugar a las 5:35 de esta madrugada cuando en condiciones que aún se tratan de esclarecer..."    
        

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