Sentado en la silla escuchando la interferencia de las voces radiofónicas, esperando que la tormenta comience de una vez. Las gotas de lluvia repiquetean sobre las chapas, corta y avanza; la lluvia de una vez por todas e impulsada por el feroz viento comienza su trabajo.
Escuchando ya nada hace, solo estar sentado y ver como las chapas se desclavan de los gruesos tirantes de madera de pino.
El agua, dividida en millones de gotas acariciaba la superficie de la totalidad de las cosas: mesa, cuadros, paredes, libros, computadora…
Su mirada tranquila despedía desesperanza y alegría… humanamente humillado por el castigo hacia la especie, reflexionaba en torno a su relación con la gente.
Las oscuras nubes se alejaban en el horizonte, la luz dejaba ver la estela mortal… de la tierna brisa de la tormenta ya lejos.
Lic. Guido J. C. Iglesias
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